jueves, 7 de noviembre de 2013

DOÑA MARGARITA Carrasco Hette, de Periana al cielo, por José Manuel Frías Raya.

ELLOS DEJARON HUELLA

         La lotería cayó en Periana. Pero no lo le tocó a uno, dos, tres, cuatro, cinco… veinte o cien de sus habitantes. Los agraciados fueron todos los habitantes del pueblo. Todos, sin excepción. Fue aquella una lotería muy especial cuya participación no le supuso a los perianenses desembolso económico alguno. Y el premio, equitativamente repartido, no se cuantificaba en dinero sino en vida. Cierto es que las más afortunadas fueron las mujeres en edad de procrear y los niños por nacer, pero no es menos cierto que la lotería le tocó a los cerca de 5.000 habitantes que por aquel entonces,  poblaban nuestro pueblo.

         En nuestro pueblo, desde su fundación, el traer niños al mundo fue una actividad de alto riesgo hasta que llegó ella. Antes de su llegada, la engendradora de vida y la nueva vida toreaban permanentemente con la sombra de la muerte y siempre existía el riesgo de que el desenlace fuera fatal. No había profesionales preparadas para ayudar a las parturientas en tan crucial menester. Y las mujeres que ejercían de parteras, sobradas de voluntad y carentes de formación adecuada, hacían lo que buenamente podían. Debido a ello, la incertidumbre que embargaba a las embarazadas y a todos los miembros de su familia antes, durante y después del parto era evidente.

A Periana, sin meter, no sólo le tocó el gordo de la lotería, tuvo además la inmensa fortuna de ser también agraciada con la fracción y la serie. Nadie en el pueblo lo supo nunca –su forma de ser le impedía vanagloriarse de ello-, pero la comadrona que llegó a Periana en el año 1935, había estudiado Medicina en la Universidad Central de Madrid, es decir, que a su condición de matrona unía la de médico. Súmese a eso que se formó con uno de los ginecólogos más importantes de su tiempo, don José Gálvez Ginachero, del cual fue su discípula predilecta y le dispensó trato semejante al que se le da a una hija, y el resultado es una profesional de valía insuperable. 
        
Además, a la inigualable formación reseñada, hay que añadir unas dolorosas vivencias que le hicieron tener una sensibilidad especial para desempeñar su profesión. Su madre murió de parto y fue madre y abuela de niño fallecido al nacer. De ahí el celo extraordinario que ponía para controlar el embarazo, el momento del nacimiento y los cuidados posteriores. Ella, que había sufrido en carnes propias el tremendo dolor de quedarse sin madre cuando aún no había cumplido los quince años; el del perder al hijo anhelado, tras llevarlo nueve meses en las entrañas; y al primogénito de los nietos, no quería que nadie pasase por semejante trance.

         El premio gordo de aquella lotería que como llovida del cielo cayó integro en Periana, tenía una singularidad muy especial: por mucho que se utilizase -y algunas mujeres lo hicieron hasta la extenuación- nunca se agotaba. Las madres lo legaban a las hijas. Fueron casi cuarenta los años que aquella sabia comadrona ayudó a traer al mundo a los niños de Periana. Su trabajo no tenía horario prefijado, debiendo estar preparada los 365 días del año para salir pitando, a cualquier hora del día o de la noche, sin reparar en las circunstancias personales, familiares o inclemencias del tiempo, al recibir aviso proveniente del núcleo urbano del pueblo o de cualquiera de sus diseminadas cortijadas. Cortijadas cuya población, durante todo el tiempo que ejerció de comadrona en Periana, era superior a la residente en el núcleo urbano. También coincidió el desempeño de su labor profesional con una de las épocas más fecundas de la historia de Periana. Sirva como muestra reseñar que fueron 288 los partos a los que asistió en el año 1949. En aquellos tiempos, el número de familias numerosas que había en el pueblo eran numerosísimas. Siendo galardonadas algunas de ellas con el Premio Nacional y Provincial de Natalidad.

Y es a aquella comadrona ejemplar que conocía como nadie todas las casas de Periana y cortijos aledaños a la que voy a dedicar esta sección de ALMAZARA. Su recuerdo, mientras que vivamos alguno de los más de cinco mil perianenses(1) a los que nos ayudó a venir al mundo, permanecerá vivo. Pero el día que todos desaparezcamos de la faz de la tierra, su memoria perdurará en nuestros descendientes. La huella que dejó entre los perianenses -que a partes iguales tanto la quisieron y respetaron-, jamás será borrada. Es historia de nuestro pueblo y su nombre por los siglos de los siglos permanecerá unido al del Periana.   Ella, que infinitas veces recorrió las calles de Periana para alumbrar vida y tanto bien hizo a sus habitantes, forma parte de la fisonomía de nuestro pueblo. Una calle lleva su nombre. CALLE DOÑA MARGARITA.  Y fue Juan Peñas Toledo “Manzanares”, el hijo de Maria Toledo y Juanito “El Manco”, en su época de alcalde por Izquierda Unida, quién tuvo el detallazo de hacerlo posible.
Referente al tema de la calle voy a exponer mi parecer. Nuestro pueblo –muy dado al olvido y, a veces, mal agradecido-  en vida le tributó un homenaje y cuando ya no estaba entre nosotros pagó la deuda que tenía contraída con ella. Tal vez con algo de retraso, pero yo soy de los que creen que nunca es tarde si la dicha es buena.  Y aunque nadie me ha dado vela en este entierro, sin pretensión de molestar a nadie, cojo el cirio, le prendo fuego, y me sumo al cortejo. Recabando información para elaborar este escrito he tenido conocimiento de la polémica que se suscitó en Periana sobre la calle a la que iban a poner su nombre. Unos pensaban que era muy poca cosa para sus méritos. Otros que… Yo, sin tomar partido por nadie, voy a dar mi particular opinión.  Según mi parecer Doña Margarita merecía que la calle principal de Periana llevase su nombre. Pero creo que ella no se hubiera sentido feliz con tan alto honor. Desconozco las razones por las que se eligió esa calle. No obstante,  tengo la plena convicción de que el acierto ha sido total. Incluso creo que en todo ello hay algo de sobrenatural. No hay otra calle en Periana donde ella se hubiera sentido más a gusto para pasar la eternidad. La calle situada junto a la puerta de la iglesia, desde donde poder ver, en el mejor de los sitios, la salida y recogida de San Isidro, las procesiones de Semana Santa o cualquier otra festividad, así como la última visita a la iglesia de cada uno de los perianenses para poder rezarle un rosario. Ese rosario que Doña Margarita rezaba con su perfecta dicción en todos los velatorios del pueblo, y llegó a convertirse en tradición. Y como no, para poder seguir oyendo, con solo agudizar un poco el oído, su misa diaria. Además, la calle que lleva su nombre tiene otra cualidad que la hace especial, al salir de la iglesia los asistentes a cualquier evento se topan de frente con la placa que da nombre a la misma: CALLE  DOÑA MARGARITA.  Durante algunos años solo acudí al pueblo para asistir a entierros, al salir de la iglesia llevando el ataúd o esperando junto al coche fúnebre que lo depositaran, veía de frente el nombre de la comadrona que me trajo al mundo y siempre, sin poderlo evitar, me veía trasladado a los lejanos días de mi niñez pueblerina y la recordaba con respeto y cariño. Imagino que a muchos perianenses les pasará lo mismo.

Este escrito es mi modesta aportación para que lo expuesto con anterioridad siga siendo por siempre realidad, propiciando que cuando no quedemos un solo integrante de las generaciones de perianenses que nacimos en nuestras casas siendo ella la comadrona de Periana, y alguien quiera saber los méritos que aquella mujer hizo para que le dieran su hombre a una calle, pueda encontrarlos en las páginas de esta revista, en Internet o, tal vez, formando parte de un hipotético libro donde tendrían cabida mis escritos similares publicados y por publicar.

A los impacientes por leer la semblanza de aquella mujer única a la que hoy dedico estas páginas, es decir, a los perianenses que se dirigieron a mi personalmente, a los que lo hicieron a través del teléfono, del correo electrónico o me mandaron recados con algún conocido común le agradezco su interés y persistencia. Yo, al igual que vosotros, pensé inaugurar esta sección de la revista  con ella. Sus hijos José Luis y Jesús pueden cerciorar mis palabras. Ni ellos ni yo somos responsables del retraso. Fueron los avatares y casualidades de la vida quienes lo impidieron.

Algo similar me esta sucediendo con otros perianenses de nacimiento o adopción. El que esto suscribe no inventa nada. Me limito a escribir. Y para escribir sobre alguien, que ya no está entre nosotros, necesito que familiares y allegados me faciliten información. Contactar con ellos, en muchas ocasiones, no es tarea fácil. A mis comunicantes les pido un poco de paciencia y comprensión. No puedo precisar fechas, pero, en la medida de lo posible, intentaré complaceros a todos.  

DOÑA MARGARITA Carrasco Hette, de Periana al cielo

¿Cuál puede ser la vida que comienza entre los gritos de la madre que la da y los llantos
                                                                                                              del hijo que la recibe?
                                                                                                             
                                                                                                              Baltasar Gracián.

El destino quiso que Ángel Carrasco -un joven vasco de clase media alta asentado en Madrid- y Margarita Hette -una bellísima joven alsaciana de educación esmerada, perteneciente a la alta sociedad-  se conocieran en Paris. Los motivos que habían llevado a los jóvenes a la capital de Francia eran muy distintos.  Ángel, cuya familia regentaba en Madrid el Hotel La Vizcaína, situado en la calle La Paz, había acudido para aprender francés, el idioma de la época. Las circunstancias que originaron la llegada de Margarita fueron bélicas. Tras la guerra franco-prusiana de 1870, la mayor parte de Alsacia quedó anexionada al Imperio Alemán(2). Como consecuencia de ello, la familia Hette se vio obligada a abandonar su tierra natal, donde quedaron los muchos bienes que poseían, y refugiarse en Paris.

El flechazo entre Ángel y Margarita fue instantáneo. Se enamoraron perdidamente y rápidamente contrajeron matrimonio, fijando su residencia en Madrid. Fruto de aquel enlace nacieron cuatro hijos: Ángel, Margarita, Juanita y Lily, que murió muy pequeña.

El siglo XX, que aún  no había cumplido los cuatro años de vida, discurría entre el optimismo de unos y el pesimismo de otros motivado por la  expectativa de regeneración política que muchos creyeron vislumbrar con el inicio del reinado de Alfonso XIII.   Pero la esperanza, una vez más quedó defraudada y en el país campeaban a sus anchas los problemas sociales, la pervivencia del caciquismo y las bombas anarquistas. Y fue precisamente en la capital de aquella España desesperanzada, donde el sábado 19 de noviembre de 1904 nació ella, Margarita Carrasco Hette (a partir de ahora Doña Margarita, con mayúscula), la futura comadrona de Periana. Aquel día el rey de España, Alfonso XIII, se encontraba de visita en Cataluña. El Presidente del Consejo de Ministros era Antonio Maura. La Alcaldía Constitucional de Periana la ocupaba Rafael Núñez Barroso (el padre de Manolico y Pepe Núñez).  Y ese mismo año, don José Gálvez Ginachero, una persona fundamental en su vida, contrajo matrimonio con María Moll Sampelayo.

Doña Margarita, al igual que sus hermanos, recibió una educación esmeradísima supervisada por su madre, una mujer muy culta que hablaba francés, alemán y español; sentía pasión por la música y le gustaba la pintura, la literatura, el teatro… Su querencia hacía las artes se las transmitió a sus hijos y Ángel, el mayor de ellos, llegó a ser un magnifico violinista de la Orquesta Real. En casa de los Carrasco-Hette se hablaba español y francés, siendo todos sus hijos bilingües.

La futura matrona de Periana realizó la educación primaria  en un colegio de monjas, poniendo de manifiesto, desde muy pequeña, su gran inteligencia, carácter y tenacidad. El bachillerato también lo hizo en un centro de religiosas, acudiendo a examinarse a los Institutos San Isidro o Cardenal Cisneros, los únicos que había en Madrid. Los institutos femeninos no se crearon en España hasta el año 1929.

Por entonces los estudiantes de Bachiller que había en España eran escasos. Siendo la mayoría de ellos varones. El porcentaje de mujeres que accedía a tales estudios era mínimo, tal y como se puede apreciar en siguiente cuadro.

CURSOS
ESTUDIANTES DE BACHILLER EN ESPAÑA
HOMBRES
MUJERES
1915-1916
48.750
96 %
4 %
1916-1917
48.311
95 %
5 %
1917-1918
52.015
94 %
6 %
1918-1919
52.498
93 %
7 %
1919-1920
51.815
92 %
8 %
1920-1921
52.445
90 %
10 %
1921-1922
52.288
89 %
11 %


UNA MUJER ADELANTADA A SU TIEMPO

En aquellos tiempos cuando los estudiantes de Bachiller eran escasísimos y las mujeres que accedían al mismo no dejaban de ser una ínfima  rareza, mal vistas y criticadas.  Doña Margarita no sólo realizó Bachiller sino que se propuso y consiguió hacer una carrera universitaria. No, no me refiero a la de matrona. Facultades para estudiar tal especialidad aún no existían en España. Repito. Nadie en Periana lo supo nunca, pero Doña Margarita era médica.  Estudió Medicina en la Universidad Central de Madrid.


 Doña Margarita, con su marido, su hermana Juanita y sus hijos José Luis, Jesús y Paquito.

El que Doña Margarita estudiase Medicina no fue casual. La futura comadrona de Periana vino al mundo con alma de samaritana, y para ayudar a los demás pensó que tales estudios eran los más adecuados. Hoy, las mujeres son mayoría en todas las universidades españolas, pero cuando ella accedió a la Facultad de Medicina de Madrid, había que tener mucho valor para atreverse a ello.  En su clase sólo había otra mujer. Para cerciorar lo anteriormente escrito tomo como referencia los datos correspondientes al año académico 1922, donde había matriculados en las universidades españolas 21.983 varones (95´2%) y 1.097 mujeres (4´8 %). Y aunque habían pasado casi cincuenta años desde que María Elena Maseras Ribera (curso 1871-1872) se convirtió en la primera universitaria española tras obtener una autorización especial del rey Amadeo I de Saboya, sus correligionarias lo seguían pasando mal en las aulas. Allí fue donde Doña Margarita, aguantando carros y carretas de sus condiscípulos, agudizó su fuerte carácter y aprendió a no temerle a nada ni a nadie.

Ahí van algunas perlas que confirman lo dicho con anterioridad:

De la primera universitaria española se cuenta que cuando iba a ser examinada de Grado de Licenciatura, Tomás Santero Moreno, Marqués de la Salud, Catedrático de Historia de las Ciencias Médicas, al presentar los documentos acreditativos le dijo: “Estas papeletas son falsas”. Sin intimidarse nada, Elena Maseras le respondió: “Pues han sido expedidas por la Secretaría de esta Universidad”. “Bueno –replicó el marqués-, falsas o no, no quiero doctoras con faldas”. La alumna se retiró y fue necesario nombrar otro Tribunal para que la examinase.  Sucedió en la Universidad Central de Madrid.

Las siguientes palabras son de Concepción Arenal: “…esperamos que los hombres se irán civilizando lo bastante para tener orden y compostura en las clases a que asisten mujeres, como la que tienen en los templos, en los teatros, en todas las reuniones honestas donde hay personas de los dos sexos.  ¡Sería fuerte cosa que los señoritos respetasen a las mujeres que van a los toros, y faltaran a las que entran en las aulas!”

     La información expuesta a continuación apareció publicada en el periódico madrileño El Liberal: “Ha recibido la investidura de doctor en la Facultad de Medicina de Madrid, la señorita doña Dolores Aleu y Riera. Felicitamos por adelantado a los enfermos que fíen la curación de sus dolencias al nuevo doctor con faldas”.

De una revista científica está sacado el siguiente comentario. “La cosa marcha: ya no sólo son abogadas y médicas, sino también licenciadas en ciencias… A este paso pronto veremos a los hombres desempeñando oficios mujeriles.  Mientras ellas visitan, pleitean y explican en las cátedras, ellos cuidan de la casa y de los niños. ¡Oh, que situación tan divertida! ”. 

En una Universidad tan poco propicia a las mujeres, Doña Margarita realizó sus estudios de Medicina.

GÁLVEZ GINACHERO, EL MÉDICO QUE PROPICIO SU VENIDA A PERIANA

El sábado 28 de junio de 1924, casi 20 años después de que fuese colocada la primera piedra, con la asistencia de toda la Familia Real, se inauguró en Madrid la Casa de Salud de Santa Cristina. Escuela Especial de Matronas. La dirección del referido recinto sanitario y docente le fue encomendada al doctor don José Gálvez Ginachero (1866-1952) que la compatibilizó con la del Hospital Civil de Málaga.

La casualidad es el timón que guía nuestras vidas. De ella depende el rumbo que le damos a las mismas y el lugar donde pasarlas.  Yo tengo la absoluta certeza de que si el doctor Gálvez Ginachero –un bienhechor en proceso de beatificación- no hubiese sido designado para tal menester, Doña Margarita jamás habría venido a Periana. Pero igualmente tengo la plena seguridad que de no haber ocupado el insigne ginecólogo malagueño el referido puesto, Doña Margarita habría conocido a la persona elegida para ello. Había nacido el día de San Fausto, protector de la fecundidad, y estaba destinada a ser comadrona.

Doña Margarita y su marido, D. José Navas.
Por fortuna para los perianenses se conocieron y para nuestro pueblo su encuentro fue una bendición. Doña Margarita había finalizado sus estudios de Medicina y se encontraba preparando el examen de Licenciatura de Grado. Es en ese tiempo cuando conoce a doctor Gálvez Ginachero.  Desde el instante en que se vieron por primera vez su empatía fue total, circunstancia que se vio favorecida por las muchas cualidades excepcionales que ambos poseían,  encaminadas todas hacía la entrega total al prójimo. Sus afinidades también coincidían en lo referente a sus profundas creencias religiosas. Y, casualmente, ambos eran devotos de vírgenes que tienen como apelativo el ayudar. Doña Margarita lo fue siempre de la Virgen del Perpetuo Socorro,  tengo entendido que en cualquier rincón de su casa se podía encontrar su imagen, y don José Gálvez lo era de Maria Auxiliadora. Dos personas tan singulares en su forma de ser y tan similares en su proceder estaban obligados a encontrarse.

Tras conocer a Gálvez Ginachero Doña Margarita cambió de planes. Abandonó la preparación del examen de Grado de Licenciatura y decidió hacerse comadrona. Rápidamente consiguió su objetivo y el doctor Gálvez le propuso que trabajase en la Casa de Salud de Santa Cristina. El aprecio que mutuamente se dispensaban cada día iba a más. Para el doctor Gálvez, Doña Margarita dejó de ser su discípula y comadrona predilecta para convertirse en una hija más.

La futura matrona de Periana le contó al médico malagueño su  situación. Su querida madre -la bellísima y culta alsaciana que jamás consiguió adaptarse a su nueva patria donde tuvo una existencia muy desdichada- había fallecido cuando ella iba para los quince años; su hermana Juanita padecía tisis y ella le había prometido a su progenitora que siempre la mantendría a su lado; su padre había contraído nuevas nupcias y las relaciones con su madrastra no eran nada cordiales. Don José Gálvez la escuchó con total atención y al terminar de hablar le propuso que se viniese a Málaga para trabajar en el Hospital Civil, él se ocupaba de todo. Doña Margarita le dijo que aceptaba encantada su propuesta, pero que tenía que consultarlo con su hermana Juanita, ésta presta su conformidad y a los pocos días las hermanas Carrasco Hette emprenden viaje hacía Málaga.

Madrid era el pasado. Málaga el presente. Periana su futuro. Nuestro pueblo, del que ignoraba su existencia, la esperaba con los brazos abiertos para convertirse en el lugar más amado de su vida, donde fue feliz, querida, admirada, respetada y seducida para siempre.

A PERIANA POR AMOR
        
Doña Margarita llega a Málaga y comienza a trabajar en el Hospital Civil. Sus visitas a la casa situada en el número uno de la calle Cister, lugar donde vivía la familia Gálvez-Moll, son frecuentes  y traba estrecha amistad con la esposa del doctor Gálvez y los hijos de aquel ejemplar matrimonio, Carmen, Josefina y José. La llegada de una nueva matrona al hospital con estudios de Medicina, no pasa desapercibida y médicos muy prestigiosos y afamados, pertenecientes a las mejores familias de la sociedad malagueña, la pretenden; pero Doña Margarita a todos da calabazas. La persistencia de algunos y los consejos celestinos de sus compañeras no consigue doblegar su invariable decisión.

Una tarde asiste a un acto organizado en la Diputación Provincial y allí conoce a don José Navas Herrero, un Maestro Nacional natural de Frigiliana que había ejercido la docencia en El Espino (una pedanía de Ventas de Zafarraya), y que según se puede leer en la página 172 de la Gaceta de Madrid del 4 de octubre de 1934 había sido destinado a Periana. El flechazo fue instantáneo y Doña Margarita que había dicho no a los mejores partidos de Málaga se enamoró de él para siempre. Posiblemente, aquella misma tarde, la tarde de su enamoramiento eterno, la futura comadrona de Periana oiría por primera vez el nombre de nuestro pueblo. El pueblo donde residiría casi la totalidad del resto de sus días y al que amó con todas sus fuerzas. También, aquella misma tarde, don José Navas supo de la existencia de su hermana Juanita y no puso ningún reparo a que viviera con ellos toda la vida. 

En el año 1935, Doña Margarita, aún soltera, llegó a Periana  en compañía de su hermana Juanita, para ejercer de comadrona.  Se hospedaron en la “Posá de Arranquina” donde fueron magníficamente acogidas y mejor tratadas por Mercedes, Concha y Carmen, las tres hermanas que regentaban la fonda. Entre las unas y las otras nació una eterna amistad que llegó a convertirse en familiar. Los hijos de Doña Margarita a las hermanas “Arranquina” siempre las llamaron tías

Ahora cabe preguntarse cuales fueron las circunstancias que propiciaron su llegada a Periana. Según mis averiguaciones la cosa pudo suceder de la siguiente forma. El jueves 17 de enero de 1935, el Ayuntamiento de Periana, siendo alcalde José Martín Chica, hizo público el siguiente escrito que copio textualmente.

ADMINISTRACION MUNICIPAL

AYUNTAMIENTO DE PERIANA

Anuncio de convocatoria de Concurso para la provisión en propiedad de la plaza de Profesora de Partos, acordada por el Ayuntamiento expresado, que se eleva a al Dirección general de Sanidad, a los efectos de sus inserción en la “Gaceta de Madrid”.
Municipios que integran el partido, Periana.
Capitalidad y residencia del Titular, Periana.
Provincia de Málaga, partido Judicial de Colmenar.
Causa de la vacante desde su creación.
Censo de población de la totalidad del partido, 4852 habitantes.
Categoría de la plaza, segunda.
Fecha que tuvo lugar la clasificación actual y autoridad que la ordenó a su creación y por el Reglamento del Ramo.
Dotación anual, 1050 pesetas.
Por titular, 1050 pesetas.
Número de familias pobres incluidas en la Beneficencia municipal, 285.
Las instancias, en papel de octava real, certificados de buena conducta y de Penales, y demás documentos justificativos de méritos de los aspirantes y de pertenecer al respectivo Cuerpo de titulares, se dirigirán a esta alcaldía.

¿Se presentó Doña Margarita a la referida convocatoria? Lo ignoro. Aunque el siguiente dato puede dar alguna validez a mi suposición. La fecha del acceso de Doña Margarita al funcionariado es de 21 de mayo de 1935.  ¿Significa esto que se presentó y consiguió la plaza? No lo sé.

Lo expuesto con anterioridad no deja de ser una simple conjetura de un archivero obsesionado por la historia de su pueblo.  Lo verdaderamente importante es que Periana, por primera vez desde el comienzo de su existencia, tuvo una comadrona como Dios manda. A partir de entonces, los bebés salían con más rapidez; las madres se recuperaban con mayor facilidad, y el Ángel de la Muerte, ese pájaro de mal agüero que, según cuenta la tradición, se paseaba tres veces por la cama de las parturientas, Doña Margarita lo mandó al paro.  Cuando la llamaban para asistir a una parturienta salía de su casa con el rosario en la mano y por el camino lo iba rezando. A llegar a la vivienda de la futura mamá le infundía pensamientos felices -tengo entendido que era una magnifica narradora-, en tales momentos decía que no era recomendable tener la cabeza llena de cosas tristes. Y los pocos partos que se le complicaron, acompañó a la parturienta hasta el Hospital Civil, donde se le quería y apreciaba, y nada más traspasar la puerta del mismo requería la presencia de don Antonio Narbona, un gran ginecólogo.

El mismo año que llegó a Periana (1935) contrajo matrimonio con don José Navas en la capilla del Hospital Civil. Fruto de aquel matrimonio nacieron tres hijos, José Luis, Jesús Manuel y Francisco Javier.  Los recién casados fijaron su residencia en una casa situada en el callejón de Arrojo (hoy, calle Santiago Ramón y Cajal). En ella pasaron la Guerra Civil, permaneciendo escondidos durante algún tiempo en un cortijo de Moya.

Al finalizar la guerra, sucedió algo que pudo motivar que todo el gozo de los perianenses quedase sepultado para siempre en un pozo. Don José Navas es trasladado a Málaga para ejercer la docencia en un colegio del Arroyo de los Ángeles. Doña Margarita vuelve a trabajar en el Hospital Civil donde es recibida con gran júbilo. El matrimonio que ya tenía un hijo (José Luis),  y Juanita, la hermana de Doña Margarita, fijan su nuevo domicilio en el número cinco del Camino de Suárez, una casa mata que aún existe. La ubicación de la vivienda no podía ser mejor, a un par de minutos andando del trabajo de ambos. El puesto de comadrona en Periana lo ocupa de manera interina doña Francisca Sánchez Serrano.

Pensando con la razón y no con el corazón, que era como lo hacía Doña Margarita, la ocasión que se le brindó al matrimonio Navas-Carrasco no la hubieran dejado escapar. Don José Gálvez Ginachero se les ofreció para mover los cabos necesarios con el objetivo de que ambos se quedasen a trabajar definitivamente en Málaga. Pero Doña Margarita no lo aceptó. Eran ya muchas las raíces que la unían a nuestra tierra. Muchos los niños que había traído al mundo. Muchas las amistades que tenía. Mucho lo que se le respetaba y quería. Y, sobre todo,  era mucha la falta que ella –una persona excepcional con alma de samaritana- allí hacía.
  
Al inicio de los años cuarenta la familia Navas-Carrasco regresa a Periana. Don José vuelve a su escuela y Doña Margarita a sus partos. Su vuelta es celebrada por todo el pueblo. Cambian el callejón de Arrojo por la calle Almería (hoy, calle Don Ángel). Habitando la casa conocida como la de “La Brocha”. Allí permanecerán hasta el año 1947 cuando, con otro hijo (Jesús Manuel), se trasladan al que sería su domicilio definitivo en el pueblo. La que todos los perianenses conocemos como la casa de Doña Margarita, situada en el número dos de la calle Córdoba en La Lomilleja.

UNA VIDA AL SERVICIO DE PERIANA

Son muchas las imágenes que conservo de Doña Margarita. Podía ponerme a escribirlas y pasarme un buen rato dándole al teclado del ordenador. No lo haré. El Consejo de Redacción de ALMAZARA ha sido muy comprensivo con mis largos escritos y no quiero defraudarle una vez más.  Me limitaré a citar solamente algunas. La primera hace referencia al respeto que todos los perianenses, desde el más chico al más grande, le teníamos. Recuerdo que cuando los niños estábamos jugando a la pelota en medio de una calle, y veíamos venir a alguna persona mayor no suspendíamos el partido hasta que la teníamos encima de nosotros. Sin embargo, cuando era Doña Margarita la que se aproximaba hacia el circunstancial campo de fútbol, en el momento que algún jugador se percataba de ello gritaba: ¡que viene Doña Margarita! e inmediatamente, por muy lejos que aún se encontrase, se suspendía el partido. Los niños nos colocábamos, casi en posición de firmes, a ambos lados de la calle, ella pasaba por medio y la saludábamos al unísono con un buenos días o buenas tardes Doña Margarita. Y no reemprendíamos el partido hasta que la veíamos desparecer. Además, divisamos su acercamiento desde que se encontraba muy distante de nosotros. Su fisonomía, que difería mucho del prototipo de mujer perianense, la hacía inconfundible. Era alta, rubia, delgada, de porte elegante y distinguido. Las niñas del pueblo nada más verla corrían hacía ella para besarla y algunas llevan su nombre como muestra de agradecimiento. Alguien me ha contado que ella, que había ayudado a traer tantas niñas al mundo, compartía con María Núñez (la hija de Manolico), su gran amiga, la pena de no haber podido tener una hija. Las mujeres que hacían cola en las tiendas les cedían gustosamente la vez. Los hombres la saludaban con un imponente respeto y algunos, si llevaban la cabeza cubierta con sombreros, boinas o gorras, se descubrían y la  inclinaban a modo de reverencia. Todos los perianenses estábamos en deuda con Doña Margarita y esta era nuestra modesta forma de agradecérselo.

Pero de todas las imágenes que conservo de ella hay una que, cada vez que su nombre sale a relucir, de manera instantánea me viene a la memoria. Sucedió una tarde de diciembre que llovía a cántaros y hacía tormenta. Yo había salido de la escuela y caminaba hacía mi casa pensando en el mantecado, el rosquillo y el cacho de torta de aceite que me iba a zampar para merendar. La Pascua estaba cercana y mi madre, la buena de mi madre,  ya había hecho los dulces. Al llegar a la puerta del bar “Los Nervios” vi a Doña Margarita, cubierta por lo que me quiso parecer un impermeable con capucha, sentada en una jamuga que iba sujeta a una mula de la que tiraba un hombre que vivía en Las Rozas. Alguna mujer de la referida cortijada, aquella tarde de perros, se había puesto de parto, y Doña Margarita, cumpliendo con su sagrado deber, se dirigía al cortijo donde vivía para ayudarla en tan crucial momento. Según me ha contado Teresa “La Solapa”, que estuvo trabajando con ella casi diez años (desde los dieciséis hasta que contrajo matrimonio con Paco “Sunino”), Doña Margarita sabía a la hora que salía de su casa, pero nunca la hora de vuelta. En ocasiones podía estar ausente de su domicilio varios días. Y me citó que cuando parió la mujer de Benavides, que vivía en las Huertas del Algarrobal, estuvo tres días fuera de su casa. Cuando esto sucedía, era su hermana Juanita,  también comadrona, quién se ocupaba de las emergencias que pudieran surgir en el pueblo. El problema era cuando se ponían de parto varias mujeres del campo que vivían en cortijadas muy distantes. Tenía que desdoblarse. Sumados todos los kilómetros que Doña Margarita hizo andando o montada en una jamuga, durante los casi cuarenta años que ejerció su profesión en Periana, nos daría una cifra sorprendente.  Ser comadrona de Periana, en aquellos tiempos, cuando la mayoría de la población residía en el campo, era una profesión muy sacrificada.

Cuando se trataba de ayudar a parir no había para ella diferencias sociales, igual de a gusto se sentía en la más lujosa de las casas que en la más modesta. Y cuando el parto venía lento compartía cama con las parturientas, sin importarle que las sábanas fueran de seda o del más moreno de los lienzos. Muchas familias agradecidas, pasada la cuarentena solían llevarle a Doña Margarita regalos. Y todos, independiente de la  valía de los mismos, los agradecía de igual forma. Algunos de los regalos que recibía los volvía ella a regalar. ¡Cuántas sartenes de papas se habrán frito en Periana gracias al aceite que daba Doña Margarita!  Sobre este aspecto son muchas las cosas que podría contar. Lamentablemente, no dispongo de espacio para ello.  Pero no me resisto a contarle la siguiente anécdota. El hijo de una familia muy modesta se presentó en la casa de Doña Margarita con un canasto lleno de magnificas batatas de california. La comadrona le dio las gracias y le dijo que no las podía aceptar, que se las llevase a su madre.  El niño insistía que eran para ella. Doña Margarita en que se las llevase a su madre. Aquel tira y afloja parecía que nunca iba a terminar. De pronto el muchacho, con toda la gracia e inocencia del mundo puso fin a la discusión con estas palabras: “usted se queda con ellas, estas batatas eran para los guarros, pero mi madre ha cogido unas poquillas de la mejores para que se las traiga”. Me cuentan testigos del hecho que Doña Margarita se moría de risa.

Los quehaceres de Doña Margarita no se limitaban a cumplir a la perfección su profesión. Su labor social en Periana fue muy importante.  De los numerosos testimonios que he recogido  voy a contaros algunos. Los primeros días de septiembre –hasta hace algunos lustros,- se celebraba en Periana una importante feria de ganado a la que solían acudir muchos gitanos. Y fue precisamente coincidiendo con dicha feria cuando aconteció el siguiente hecho. Unas niñas fueron a la casa de la comadrona para comunicarle que en la puerta de la iglesia, una gitana que estaba embarazada se había puesto mala. Doña Margarita, en compañía de las niñas, acudió a donde estaba la mujer. Al observar el estado en que  encontraba, le pidió una silla a Mariquita Raya y entre dos hombres la llevaron a su casa. La metió en la cama de su hijo José Luis –que tuvo que dormir varias noches en el sofá- donde la gitana dio a luz.  Luego, hasta que se recuperó, la alojó en la “Posá de Arranquina” y ella corrió con los gastos.

La violencia de género, debido a la mucha repercusión que tiene ahora en los medios de comunicación, parece cosa de nuestros días, sin embargo, no es así. Existe desde que los humanos poblamos la tierra. En nuestro pueblo, Doña Margarita fue pionera en luchar contra esa plaga.  Las mujeres maltratadas por sus maridos acudían a ella en busca de consuelo y solución. Siendo algunos los matrimonios mal avenidos a los que consiguió arreglar. El hijo de uno de esos matrimonios a los que Doña Margarita reconcilió, logrando que las palizas que su padre propiciaba a su madre desaparecieran para siempre, me ha contado que cuando su padre, ya viudo, tuvo conocimiento de la muerte de Doña Margarita, se le saltaron las lágrimas y repitió varias veces que aquella mujer era una santa, que había sido su salvación.

En aquella sociedad hecha por y para los hombres, Doña Margarita fue consuelo permanente para las mujeres de Periana. Confiaban ciegamente en ella y le contaban sus problemas convencidas de que si estaba a su alcance les daría solución. Para todo, independiente de la importancia que tuviera, acudían en su busca. Ahí van algunos casos. A través de una perjudicada tuvo conocimiento de que en el pueblo había unas cuantas mujeres que anotaban en una libreta la fecha de las bodas, con la intención de controlar a los cuántos meses del casamiento nacían los hijos. Si era antes de los nueve lo chismorreaban. Doña Margarita llamó a las “escribientes” a su casa, le leyó la cartilla y nunca más se habló en Periana de este asunto. Lo expuesto con anterioridad, visto con mentalidad actual, no deja de ser una anécdota desagradable, pero en aquellos tiempos tenía su importancia.  

Doña Margarita, fiel a sus valores morales, por muy fiero e importante que fuera el adversario nunca escondió la cabeza debajo del ala. Teniendo a la razón de su parte jamás se dejó amedrentar por nada ni por nadie, le cantó las cuarenta a quién fue necesario y, cuando la ocasión se prestó a ello, supo poner a cada uno en su sitio. He aquí un sucedido que justifica mis palabras. En tiempos de posguerra, la joven mujer de un rojo que se encontraba preso, acudió a su casa para contarle la situación que ella y otras compañeras en circunstancias análogas, estaban viviendo. Algunos hombres del pueblo, que decían tener importantes influencias en los organismos judiciales, le habían prometido rebajas en las condenas de sus maridos a cambio de relaciones. Se habían negado a ello, y las estaban presionando con causarles otros males a sus familias si no accedían a sus peticiones. Doña Margarita removió Roma con Santiago y consiguió que aquellas desdichadas mujeres, que ya tenían bastante con lo que tenían encima, dejasen de ser molestadas. También, cuando la ocasión se prestó a ello, intercedió ante la Guardia Civil o el cura del pueblo para conseguir que a los perdedores de aquella fraticida guerra, les fueran expedidos certificados de buena conducta para poder acceder a algún puesto de trabajo.

Algunos de mis interlocutores, al preguntarle sobre Doña Margarita, me dijeron que había sido toda una institución en Periana. A tales palabras, yo sólo puedo decir, amén.


PERIANA, ANTESALA DEL PARAISO

Son las cinco y treinta y tres minutos de la madrugada. Estoy sentado delante de la pantalla del ordenador desde las diez y media de la noche. Me levanto por tercera vez para estirar las piernas, ir al váter, echarme algo a la boca y beber agua.  Mientras camino por el pasillo, me asaltan muchos porqués que tienen como fundamento la inefable relación de Doña Margarita con Periana.  Vuelvo a sentarme delante del ordenador.  Me retrepo en el sillón. Cierro los ojos. Analizo mentalmente, durante un buen rato, la información recogida para elaborar este escrito y encuentro respuesta a todas mis preguntas. Me la dio Carmen “La Gumersinda” o “La Filomena” -la mujer que trabajaba para ella ocasionalmente y le blanqueaba la casa todos los años, la madre de María Jesús, la persona que la cuidó hasta que falleció- cuando la visité en su casa del Carrascal. En sus palabras venía implícita: “Doña Margarita decía que sólo en el cielo se podía estar mejor que en Periana”, “Doña Margarita tenía pasión por Periana y la quería con toda su alma y su corazón”.  En estas palabras de Carmen esta la respuesta a todas mis interrogantes. No puede haber otra explicación. Doña Margarita consideraba a Periana la antesala del paraíso, tenía pasión por nuestro pueblo, que llegó a ser el suyo,  y lo quería con toda su alma y su corazón. Ahora lo comprendo todo. Esa es la razón por la que nada ni nadie pudieron alejarla de Periana. De ahí que sus ausencias, por mínimas que fueran, le resultaran insoportables. La razón por la que quiso ser parte de la tierra que tanto amó.


Doña Margarita, en el homenaje que le dieron en Periana, junto a ella el entonces alcalde de Periana, D. Rafael Zorrilla, a su lado, Antonio Rodríguez Carrera, "Ponce".

 Instantánea del homenaje a Doña Margarita.

Es evidente. Ahí está la respuesta a mis porqués. Ahora comprendo por qué no dejó Periana para trasladarse a Málaga, aprovechando las muchas influencias que podía mover a su favor.  Por qué prefirió estar de servicio las veinticuatro horas del día, los trescientos sesenta y cinco días del año, en Periana, en lugar de trabajar por turnos en el hospital de una  gran ciudad. Por qué no se trasladó a la capital donde estudiaban sus hijos para estar con ellos. Por qué una persona culta como ella, amante de la música, el teatro, el cine… renunció a esos pequeños placeres por no salir de Periana. Por qué fue tan efímera su estancia, ya jubilada, junto a su marido en la calle Cristo de la Epidemia de Málaga. Por qué su hijo José Luís, que se la llevó a Madrid al quedarse viuda, tuvo que traerla a Periana a los pocos días. Por qué cuando iba a cualquier lugar estaba deseando volver a su casa del pueblo. Por qué les pidió a sus hijos que muriese donde muriese, la trajeran a Periana. Por qué… Ahora lo comprendo todo.

Doña Margarita decía que sólo en el cielo se podía estar mejor que en Periana. Y desde Periana quiso subir al cielo. Lamentablemente no fue la luz de nuestro pueblo la última que  vieron sus ojos, tal y como a ella le hubiera gustado. Se encontraba algo delicada de salud y acudió a Málaga para pasar una revisión médica y allí le sorprendió la muerte

El 4 de abril de 1986, en el por aquel tiempo conocido como Sanatorio 18 de Julio -hoy Subdelegación del Gobierno Central en Málaga-, como consecuencia de una cardiopatía histémica, a las siete y media de la mañana, falleció Doña Margarita. Sus restos mortales, tal y como ella deseaba, fueron  trasladados a Periana y recibieron cristiana sepultura en el cementerio de nuestro pueblo, junto a su marido, don José Navas Herrero, fallecido en el año 1980.  Aquel día, sábado por más señas, todo el pueblo de Periana se lanzó a la calle para acompañarla en su último viaje.  Pero nuestro pueblo. Su pueblo. El pueblo que ella consideraba la antesala del paraíso, por el que sentía pasión y que tanto la quiso y respetó la sigue recordando.  Y a las pruebas me remito.

Los cuatro últimos pregoneros de San Isidro, José Manuel Zorrilla Barroso, José Manuel Frías Raya (autor de este escrito), Antonio Frías Zorrilla y Rosi Rodríguez Muñoz,  se acordaron de ella y la citaron en sus pregones.

“Doña Margarita ayudó a mi madre, María Teresa, la hermana de ese cura, a traerme al mundo”.

Pregón de San Isidro 2010

“Muchos no me conocéis,
pero soy vuestro paisano,
y fue Doña Margarita
la que a este mundo me trajo,
en la calle de Las Monjas,
un diecinueve de mayo
de hace cincuenta y seis años”.

Pregón de San Isidro 2011

“Una tarde de otoño, mi madre se encontraba barriendo su puerta, embarazada de mí, se sintió indispuesta y al rato Doña Margarita cortaba el cordón umbilical que me unía a ella.  Así, sin salir de esta plaza, empezó mi vida en este pueblo”.

Pregón de San Isidro 2012
Ni tampoco a Doña Margarita,
matrona de noche y día,
que ayudaba a traer nuevas vidas
entre llantos y alegrías.

                                                          Pregón de San Isidro 2013

Pasarán los años. Pasarán las mujeres a las que Doña Margarita ayudó a parir. Pasarán los maridos de aquellas mujeres. Pasaremos nosotros, los hijos de aquellos matrimonios. Pero mientras que Periana exista como pueblo, su memoria pervivirá para siempre.


(1) Desde el año 1935 al 1970 nacieron en Periana 5274 niños distribuidos de la siguiente forma. Año 1935, 174 niños; 1936, 168; 1937, 130; 1938, 141; 1939, 133; 1940, 163; 1941, 126; 1942, 112; 1943, 143; 1944, 192; 1945, 170; 1946, 190; 1947; 182; 1948, 217; 1949, 288; 1950, 194; 1951, 164; 1952, 202; 1953, 155; 1954, 199; 1955, 166; 1956, 163; 1957, 165; 1958, 148; 1959, 113; 1960, 146; 1961, 118; 1962, 87; 1963, 100; 1964, 107; 1965, 99; 1966, 104; 1967, 91; 1968, 84 1969, 68; 1970, 72.  La mayoría de estos niños y algunos más nacidos hasta el año 1974 fueron ayudados a venir al mundo por Doña Margarita. No he podido averiguar la identidad del primer perianense que nació siendo Doña Margarita comadrona de Periana, pero si he podido hacerlo del último, tal honor le correspondió a Jesús Caro Luque “Matusa”, nacido el 30 de noviembre de 1974.

(2) Alsacia formó parte de Alemania hasta el final de la Primera Guerra Mundial en 1918, cuando Alemania tuvo que cederla a Francia.


        
JOSÉ MANUEL FRÍAS RAYA

Publicado en el número 38 de ALMAZARA
Referente a este trabajo sobre Doña Margarita, en el número 39 de ALMAZARA apareció publicada la siguiente nota firmada por Manuel Moreno Silva.

Leyendo la revista, de la que soy fiel lector, en concreto el artículo que redacta nuestro paisano José Manuel Frías Raya (vaya por delante mi admiración por su prosa y memoria prodigiosa), observo que su labor de documentación marra cuando adjudica a Juan Peñas Toledo (del que me considero amigo) el dedicar una calle a Doña Margarita.  La propuesta la hizo el grupo popular, siendo concejales José Ocón Fernández, María del Carmen Ortigosa Díaz y quien suscribe, Manuel Moreno Silva.  Por aquel entonces teníamos un pacto de gobierno municipal.  Asimismo propusimos, y también se aprobó, el dedicar una calle a D. Ángel.  Valoramos el gran trabajo realizado por ambos  por el bienestar de los vecinos de Periana y su gran humanidad.

También en aquel pleno, y a propuesta de Izquierda Unida, se aprobó denominar Plaza de Rafael Alberti la antigua Plaza del Ayuntamiento y dedicar una calle a Dolores Ibárruri.

La ruego haga llegar al autor esta nota y en la medida de lo posible le rogaría que en la próxima revista hubiese una nota rectificativa, todo ello para que los perialeños conozcan con fidelidad su reciente historia. 

Muchas gracias.

                                               Manuel Moreno Silva.

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